Oye chaval…¿y estos que celebran?

Adriana Lastra, Antonio Trevín y Tini Areces en la sede de la FSA en la noche electoral del 26 de junio. © Miki López/La Nueva España

Adriana Lastra, Antonio Trevín y Tini Areces en la sede de la FSA en la noche electoral del 26 de junio. © Miki López/La Nueva España


Crucé el umbral de la sede de la Federación Socialista Asturiana. El hall vacío era un claro reflejo de lo que decían las encuestas. Escaleras abajo, en la sala de prensa, sólo media docena de compañeros periodistas seguían los primeros datos del reparto de votos con un gesto de cierta sorpresa. El PP comenzaba a marcharse del acoso de la izquierda española como un zorro en una cacería, aprovechando la pelea entre los dos perros de presa que querían hincarle el diente. Alguien me dice que la cúpula de la FSA se encuentra enclaustrada en la planta noble y que no se esperan declaraciones hasta que no las haya hecho Pedro Sanchez.
Sofía Castañón sigue el escrutinio de las elecciones generales del 26 de junio desde la terraza de la Calleja de la Ciega. © Miki López/La Nueva España

Sofía Castañón sigue el escrutinio de las elecciones generales del 26 de junio desde la terraza de la Calleja de la Ciega. © Miki López/La Nueva España


Con este panorama decido acercarme a La Calleja de la Ciega, el chigre del Casco Antiguo en el que se prepara la fiesta del sorpaso. Cruzo otro umbral y aunque la sala está llena de gente, se palpa una extraña sensación de vacío. Las caras iluminadas tenuemente por las pantallas de televisión reflejan una mezcla de tensión e incredulidad. Abajo, una tosca sábana blanca hace las veces de pantalla sobre las que ser proyectan las gráficas de los resultados que van dando las televisiones en tiempo real. El escrutinio avanza constatando un alarmante descenso de votos en la coalición. Caras tan largas como la noche que se avecina. Veo a Sofia que, como es habitual en ella, no oculta sus emociones. Orviz apura una cerveza junto a un Llamazares imperturbable. El veterano político de IU lo veía venir. Sigue avanzando el recuento y la brecha aumenta.
-Joder…pero las encuestas…
-¡¿Que encuestas ni que hostias?!…A la gente le da vergüenza decir que vota al PP, y eso no sale en las encuestas de los cojones.
Adriana Lastra se abraza a Javier Fernández tras el recuento de las elecciones generales del 26 de junio.  © Miki López/La Nueva España

Adriana Lastra se abraza a Javier Fernández tras el recuento de las elecciones generales del 26 de junio. © Miki López/La Nueva España


Dejo el bar dándole vueltas a esta conversación que se mantenía delante de la sábana-pantalla mientras reviso las fotos de rostros abatidos que acababa de tomar en La Calleja de la Ciega.
Regreso al PSOE. Siguen avanzando los resultados, los peores resultados de la historia para el PSOE, pero no se produce el sorpaso. Nos avisan de que Javier Fernández y Adriana Lastra darán la cara antes que el Secretario General del PSOE y candidato a la presidencia del gobierno. La sorpresa fue que no hubo sorpaso y la noche se convirtió en una fiesta en la FSA. Si llego a haber visto mis fotos sin conocer los resultados, apostaría todo mi sueldo a que los socialistas habrían ganado las elecciones del 26 de junio. Abrazos y felicitaciones entre históricos del PSOE asturiano cerraron mi noche electoral. Eran cerca de las 12 de la noche. De camino al periódico recordé alguna de esas celebraciones de equipos de segunda división b cuando, en días como estos de junio, se libran de milagro del descenso a tercera. No hace mucho, a la salida de un estadio, un agnóstico del fútbol, al verme salir con la cámara entre tanto barullo, me preguntó:
-Oye chaval…y estos ¿que coño celebran?
-Lo que no perdieron.

Un fotógrafo en la sombra electoral

Autorretrato de un fotógrafo en la sombra. Gijón, 20 de junio de 2016.  © Miki López

Autorretrato de un fotógrafo en la sombra. Gijón, 20 de junio de 2016. © Miki López

Llevo más de dos décadas cubriendo elecciones. No deja de ser un ciclo similar al de los torneos del fútbol: cada 2 años uno. O Mundial o Eurocopa. O Generales o Regionales. Lo que pasa es que en política, los encuentros son mucho más aburridos, con resultados más predecibles y con una afición que cada vez confía menos en su equipo.
Tras ocho largos meses de discurso político, da la sensación de que esta prórroga electoral no se va a resolver ni en los penaltis. Yo mientras tanto sigo a lo mío. Entrevista tras entrevista, frente a frente con las mismas caras. Encuentros fugaces con el denominador común de una desmedida preocupación por la apariencia.
– «Informal pero serio, sonrisa sincera y gesto firme que denote despreocupación por las encuestas»
-«Esa no, que tengo la camisa arrugada»
-«Búscame un fondo guapo… No sé, verde o azul… Rojo no, no vayan a asociarme con el PSOE….»
Oiga, que yo no soy su fotógrafo de campaña, coño. Solo soy y solo quiero ser un fotógrafo en la sombra que refleja lo que ve, no lo que pretenden que vea.
Bastante tengo con perseguirles mitin tras mitin, en esos partidos insulsos en los que siempre juegan en casa….Como pa estar preocupao de si se les ve las arruga en la cara, en el vestido o en la camisa. Las buenas apariencias se ganan con el tiempo y sobre todo con los hechos. Da igual el color político porque al final es una cuestión de respeto por el electorado, ese ente social más preocupado por su pensión, por su trabajo o por sus estudios que por la arruga incordiona que luce el candidato. Permítanme un consejo: preocúpense más por mostrar el lado bueno que quiere ver la gente. El del político comprometido y vocacional que cree que sus ideas y sobre todo su trabajo, servirán para ayudar a solucionar los problemas de las personas. Y déjenme ser el fotógrafo en la sombra que se fija en el gesto y en la sinceridad de unos ojos que dan vida a un rostro, a una cara. Una cara que es el espejo del alma. Así les aseguro que es imposible salir mal en la foto.

Recordando al presidente II. Antonio Trevín

Conocí a Antonio Trevín en Llanes. Las gigantescas gafas que se llevaban en aquellos primeros años 90 aumentaban la sensación de una mirada entrecerrada por unas grandes bolsas que abultaban sus párpados inferiores. Hombre de caràcter tranquilo, ya lucía un porte un tanto encorbado, pero se movía con soltura por un despacho que se me antojaba enorme.

Antonio Trevín. Llanes, 1992. © Miki López

Antonio Trevín. Llanes, 1992. © Miki López


Es curioso, pero en aquellas primeras entrevistas no soy capaz de recordar que su mano sostuviese ninguno de esos puros que parecía que formaban parte de su mano. Pronto comencé a seguirle como presidente, cargo que asumió tras el escándalo del Petromocho. En sus primeros meses al frente del ejecutivo, le toco viajar mucho por Asturias y en especial por una zona occidental de carreteras impracticables, que, en alguna ocasión, nos obligó a tener que hacer noche por tierras de los Oscos para no perder el tiempo con idas y venidas desde la capital a lo más profundo de una Asturias tan olvidada como desconocida que comenzaba a experimentar opciones de futuro con el turismo rural, buscando una alternativa en la desventaja de la incomunicación. La incomunicación que la convertía en la Asturias del tiempo detenido desde hacía siglos, conservando la esencia de un país cautivador, de espacios envueltos en el halo de la magia que creo a los trasgos, los cuélebres y los nuberos. Desde entonces nuestro suroccidente mejoró bastante sus accesos y aquel recien estrenado presidente ya no tuvo que hacer noche en la Asturias profunda y tras ser derrotado en las elecciones de 1995 por Sergio Marqués. Siguió como portavoz socialista en la Junta General y recuperó la alcaldía de Llanes en 1999. Con los años cambió su despacho municipal por otro en la Plaza de España de Oviedo donde ejerció como delegado de gobierno bastante más más tiempo que como presidente. Llegó Rajoy y Antonio dejó la delegación pero por ahí sigue con sus cosas de Diputado por Asturias en Madrid. Cuantas vueltas da la vida. Que se lo digan a Antonio.

Sonrisa de mayo

Mientras la mayoría de los españoles se derriten bajo una intensa ola de calor empeñada en batir recrods de temperaturas más propias de agostos andaluces, los asturianos vivimos encantados con nuestro sempiterno nordeste purificador. Aquí lo del 40 de mayo es una realidad tan grande como el picu Urriellu y esta frialdad primaveral nos hace también enfriar la mente en la antesala de unas elecciones autonómicas y municipales que muchos vaticinan como históricas.

Músico callejero. Oviedo, 3 de mayo de 2015. © Miki López

Músico callejero. Oviedo, 3 de mayo de 2015- © Miki López


Algo nos dice que las cosas pueden cambiar bastante en lo que se refiere a la distribución de los escaños de la Junta General y de los salones de plenos de los ayuntamientos asturianos. Tendremos de todo: los nuevos y los de siempre, algunos que cambiaron de siglas y, en lineas generales, una pluralidad tan grande que necesitará mucho sentido común para que una olvidada, perdida y abandonada Comunidad Autónoma de Asturias sea gobernada y guiada por los senderos de la recuperación no solo económica, sino también moral. No se yo… Vivo día a día la campaña electoral con apatía y aburrimiento. Prefiero perderme por las calles de este Oviedo bullicioso tratando de contagiarme del optimismo de esas sonrisas que se cruzan en mi camino durante estas frescas tardes de mayo, sonrisas arrancadas por ese sol que a veces rompe los nubarrones de nuestro cielo vertical e inquebrantable que diría Victor Manuel.
Asturias, si yo pudiera….

Sonría presidente

Ayer, bajo el sofocante calor de un bochornoso sábado de mayo, Javier Fernández iniciaba su discurso de investidura confesándose como un político fotofóbico. Los fotógrafos de prensa de esta región damos fe de ello, pero también es cierto que la evidente educación y mesura de la que hace gala el presidente nos evita ser «javierófobos». Al contrario. Ponerse con la cámara frente a Fernández siempre supone un reto. Es el hombre del gesto de cemento, del rostro impasible por el que las emociones fluyen en décimas de segundo como los relámpagos que ayer rompieron el cielo de Oviedo. Cuando apretaste el disparador ya es demasiado tarde: ni gesto, ni emoción, ni relámpago.
Luego, al ver la imagen en el ordenador, tienes la sensación de que Javier está ahí pero que nadie le ve.

Javier Fernández en la sede de la FSA de Oviedo. Abril de 2011. © Miki López/La Nueva España


Solo recuerdo una sesión fotográfica en la que el hombre se sintió a gusto. Fue hace cosa de una año, poco antes de las elecciones de mayo de 2011. Eduardo Lagar se sentó con él en su despacho de la FSA y comenzaron a hablar. Tengo la sensación de que aquel día Javier Fernández se olvidó de mi y se sintió a gusto posando ante el cartel del PSOE, obviando su fotofobia y facilitándome las cosas de tal manera que la sesión concluyó en apenas de veinte minutos. Eran las fotos de un hombre tranquilo y seguro de sí mismo, con un brillo de inteligencia en la mirada que a veces se perdía en las paredes del pequeño despacho de Santa Susana.
Creo que el resultado fue muy positivo. Por eso señor presidente, yo le aconsejaría que a partir de hoy procure olvidarse de nuestra presencia y trate de que los sentimientos fluyan por si mismos. Y cuando vengan las maldadas, ya sabe, haga como la Pantoja: dientes, dientes y sonría presidente.
Suerte para esta legislatura. Cierto es que la vamos a necesitar.

Echarle huevos


Soy asturiano. Uno de esos afortunados que tienen la inmensa suerte de poder trabajar y de hacerlo en su tierra. Pero tengo familia y amigos al borde de la desesperación. Me siento un privilegiado que, de momento, observa esta terrible situación de crisis desde la barrera, con momentos de debilidad en los que uno tiene la certeza de que como la cosa siga así, el futuro de mis hijos, incluso el mío propio puede estar a miles de kilómetros de estas montañas que nos arropan.
Pero como soy asturiano, también tengo esa vena innata de rebelión ante la tiranía de un destino que por lo visto marcan los mercados. Me rebelo también contra eso, porque los mercados tienen cara. Y una cara muy, pero que muy dura. Los caraduras son los que nos venden recetas económicas que dejan a la clase trabajadora en escenarios decimonónicos ante la complacencia de eso que llaman Europa y que para mi va camino de ser una de las decepciones más grandes de la historia contemporánea.
La impotencia que supone la certeza que el poder político no podrá con los que mueven los hilos del poder económico, es precisamente lo que justifica los altísimos porcentajes de abstención en las elecciones del 25M.
Ni ententes PP-PSOE, ni salva patrias que presumen de plantar el roble de la regeneración política envueltos en una bandera asturiana a la que solo le falta el yugo y las flechas.
Antes estaba desencantado. Ahora estoy hasta los huevos. Y como yo sí que voté, exijo un pacto de gobierno real que muestre y demuestre que es capaz de tirar por un carro sin ruedas, estancado en el barro desde hace más de diez meses. Espero que a nadie se le ocurra darnos una tercera oportunidad y mucho menos a los que tuvieron la opción de hacerlo sin habernos hecho pasar por el costoso trago de unas elecciones anticipadas. Creo que nada menos que 2 millones de euros. Ya los pueden ir sumándolo a los fondos mineros que tanto utilizan como arma arrojadiza.
Antes de las elecciones de mayo las cosas pintaban mal. Después de las elecciones de marzo, siguen pintando bastos.
Yo al menos confío en esta tierra y en esta gente. De otras peores salimos, como siempre, echándole huevos.